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7 de octubre de 2008

AMOR, ESPERANZA Y FE.

Iba a dar toda mi explicación y fundamentos de porqué es que si vamos a ser salvados esta vez y me topé con el final del libro de don Rudolf Steiner, del Evangelio según San Lucas, así es que les iba a copiar las páginas finales, pero había siempre un párrafo anterior interesante para todos, en definitiva va su conferencia completa.

Aparte de que es todo altamente instructivo y esclarecedor, les pido pongan atención especial a sus menciones de las influencias luciféricas que son o están relacionadas directamente con nuestro lado oscuro y me interesa porque después voy a tratar de explicar en las próximas entradas el origen del principal libro de Tolkien "El Señor de los Anillos".

Y esto es debido a que allí se encuentra oculta la otra parte de las explicaciones a la mantención de la oscuridad en estos planos tridimensionales.

Por ahora dejo al Maestro Steiner hablar:

LOS REINOS CELESTES EN EL NACIMIENTO VIRGÍNEO.

EL EVANGELIO DEL AMOR, LA FE Y LA ESPERANZA

En esta conferencia, como resultado de lo expuesto en las anteriores sobre el Evangelio de Lucas, llegaremos a la cumbre de nuestras contemplaciones, a ocuparnos del "Misterio del Gólgota". ­ En las conferencias anteriores hemos tratado de explicar lo que realmente aconteció en aquel momento de la evolución de la humanidad en que el Cristo, durante tres años, vivió sobre la Tierra; además, hemos caracterizado cómo ese acontecimiento pudo tener lugar gracias a la confluencia de las corrientes espirituales a que nos hemos referido. La misión del Cristo sobre la Tierra, la llegaremos a comprender mejor si somos capaces de apreciar el contenido del Evangelio de Lucas bajo la luz de los conocimientos adquiridos a través de la Crónica del Akasha. Ahora, alguien podría preguntar: Basándonos en el hecho de que la corriente espiritual del budismo se entreteje orgánica­mente con el cristianismo, ¿cómo se explica entonces que dentro de la doctrina del cristianismo no se haga referencia alguna a la gran Ley del "karma" la que rige la compensación del destino en el curso de las distintas encarnaciones del ser humano? Empe­ro, seria un malentendido creer que ese Evangelio no contuviera las verdades que la ley del karma nos enseña. Ciertamente, las contiene; no obstante, si queremos comprenderlo correctamente, hemos de ver con claridad que en distintas épocas, el alma humana también tiene necesidades distintas. Los grandes misionarios de la evolución del mundo no siempre pueden dar a la humanidad la verdad absoluta en forma abstracta; puesto que los hombres, en sus distintos grados de madurez, no serían capaces de com­prenderla, sino que esos misionarios tienen que hablar de tal manera que los hombres reciban lo adecuado de cada época. Lo que el Buda ha dado a la humanidad, contiene toda la sabidu­ría que, en relación con la doctrina de la piedad y del amor y su aplicación por el sendero de ocho etapas, conduce a la profunda comprensión de la idea del karma; y sólo es preciso admitir que el alma humana contiene todo cuanto pueda conducirla a la idea del karma y la reencarnación. En la conferencia anterior hemos dicho que dentro de tres mil años (quiero ser enfático en que Steiner pudo dar esta fecha en relación a lo que se estaba viviendo hace un siglo, -desde hace 100 años hasta ahora las cosas han cambiado mucho- o se refería a realizar el crecimiento en otros planos dimensionales, puesto que el fin de nuestro ciclo de tiempo será dentro del presente siglo, aquí en la tridimensionalidad) a contar de ahora, gran parte de la humanidad ha de llegar al grado de desarrollo en que, por las fuerzas de su propia interioridad, será capaz de alcanzar la doctrina del sendero de ocho etapas y - hoy podemos agregar - también la del karma y la reencarnación. Pero este desarrollo ha de producirse lenta­mente, paso a paso, pues, así como la planta no produce flores, una vez colocada la semilla en la tierra, sino que primero tiene que desarrollar las hojas, según leyes inherentes, así también es necesario que la evolución espiritual de la humanidad vaya de grado en grado y que, a su debido tiempo, aparezcan los resul­tados correspondientes. Quien, dotado de las facultades que la ciencia espiritual le puede dar, profundice la contemplación aní­mica, necesariamente encontrará la idea del karma y la reencar­nación. Sin embargo, hay que tener presente que la evolución va por etapas, y que realmente es así que sólo en nuestros tiempos las almas llegaron a la madurez para encontrar en si mismas la idea del karma y la reencarnación. No hubiera sido conveniente que, exotericamente, esta doctrina se hubiese dado a conocer algunos siglos antes de nuestra era; tampoco hubiera sido conveniente que, un par de siglos antes de nuestra era, el contenido de nuestra ciencia espiritual, tan hondamente anhela­da por las almas humanas y vinculada con la investigación del fundamento de los Evangelios, abiertamente hubiese sido dado a la humanidad. Para ello, ha sido necesario que las almas tuvie­sen sed de recibir ese contenido y que desenvolviesen las facul­tades para acoger la idea del karma y la reencarnación; también ha sido necesario que esas almas hayan pasado por encarnaciones anteriores, incluso dentro de la era cristiana, con el fin de adqui­rir la madurez de comprender dicha idea. Sólo en nuestros tiem­pos, la humanidad alcanzó la madurez para acoger el contenido espiritual del karma y de la reencarnación. Por esta razón, no es de extrañar que en lo que, desde hace siglos, ha sido transmi­tido a la humanidad como contenido de los Evangelios, figure mucho que en realidad da una imagen enteramente tergiversada del cristianismo. En cierto modo, el Evangelio fue dado a los hombres prematuramente, puesto que sólo ahora están llegando a la madurez para desarrollar en el alma las facultades que pue­den conducirlos a la comprensión del verdadero contenido de los Evangelios. Ha sido absolutamente necesario que la forma de hablar de Cristo tuviera en cuenta el estado del alma humana de aquella época, de modo que no correspondía dar una doctrina abstracta de reencarnación y karma, sino hacer fluir en el alma humana los sentimientos que paulatinamente la hiciesen madu­rar para acoger aquella doctrina. Dicho de otro modo: en aquella época hubo que transmitir lo que paso a paso condujese a la comprensión del karma y de la reencarnación; en cambio, no correspondía dar la doctrina misma. Si queremos saber si el Cristo y los que le rodeaban habla­ron así, hemos de examinar el Evangelio de la correcta manera; y si lo hacemos con la debida comprensión, veremos en qué forma se pudo entonces hablar de la ley del karma. Lucas 6,20-23: Bienaventurados vosotros los pobres; por­que vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventura­dos los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis, cuando los hombres os aborrecieren, y cuando os apar­taren de sí, y os denostaren, y desecharen vuestro nombre como malo, por el Hijo del hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos; porque vuestra recompensa es grande en los cielos. Aquí tenemos la doctrina de la recompensa o "compensa­ción", sin que se mencione, en forma abstracta, la idea de karma y reencarnación, sino haciendo fluir en las almas el sentimiento de certidumbre de que el hombre que en algún sentido sufra hambre o privación, experimentará la compensación. Sentimientos de esta índole tuvieron que verterse en las almas humanas que entonces vivieron en la Tierra; y las que acogieron la doctrina en esa forma, alcanzaron, en su nueva encarnación, la madurez para recibir la sabiduría de la idea de karma y reencarnación. Al reencarnarse estas almas, había llegado una era totalmente nueva; una época en que el hombre empezó a desarrollar su Yo, su auto­conciencia, con plena madurez. En tiempos pasados, el hombre recibía las revelaciones cuyos efectos obraban en su cuerpo astral, su cuerpo etéreo y cuerpo físico; ahora, en cambio debió alcanzar la plena conciencia de su Yo, pero sólo paso a paso, este Yo se llenará de las fuerzas que ha de recibir. Únicamente aquel Yo que vino a la Tierra con la corporalidad adecuada, la del Jesús natánico en que previamente se había incorporado la individualidad de Zoroastro, sólo este Yo pudo realizar en sí mis­mo el principio universal del Cristo. Los demás seres humanos, paso a paso y mediante la imitación del Cristo, deberán desarro­llar en sí mismos lo que en aquel tiempo, durante años, existió sobre la Tierra en aquella única personalidad. El Cristo no pudo dar a la humanidad sino el estímulo, el germen; y, en el curso de los tiempos, este germen tiene que desenvolverse y crecer. Igualmente, se predispuso lo necesario para que en el curso de la evolución terrestre y en los momentos correspondientes, apa­recieran los hombres que trajeran a la humanidad lo que en los tiempos posteriores contribuyese a su mayor madurez. El Cristo dio 'la anunciación" en la forma en que la humanidad de su época lo pudo comprender y, además, predispuso lo pertinente para que más tarde aparecieran las individualidades que en lo espiritual contribuyesen al desarrollo de las almas, según la mayor madurez de éstas. El autor del Evangelio de Juan nos describe de qué manera el Cristo preparó lo que debió suceder en los tiempos posterio­res al acontecimiento del Gólgota. Nos relata cómo, en la figura de Lázaro, el Cristo resucitó a la individualidad que más tarde actuó como Juan en la forma descripta en las conferencias sobre el "Evangelio de Juan". Además, el Cristo debió disponer lo necesario para que en tiempos aun posteriores pudiera aparecer otra individualidad la que, en sentido de la ulterior evolución, hiciera fluir en la humanidad lo que entonces correspondiese a la madurez más avanzada del ser humano. Con este fin, el Cristo debió resucitar a otra individualidad más. La descripción de este hecho, nos la da fielmente el autor del Evangelio de Lucas. Al decirnos que él describe lo que en aquel tiempo el clarividente imaginativo e inspirado pudo transmitir acerca del acontecimiento de Palestina, nos señala a la vez lo que, en tiempos por venir, otra individualidad dará como su enseñanza. Con relación a este proceso misterioso, el autor del Evangelio de Lucas nos habla en este documento de otra “resurrección". Lo que allí encontra­mos sobre la resurrección del jovencito de Naín, contiene el misterio del eterno obrar del cristianismo. Mientras que la cura­ción de la hija de Jairo, de la que les hablé en la penúltima con­ferencia, se relaciona con tan profundos misterios que el Cristo sólo permitió la presencia de muy pocas personas a las que des­pués impone que no lo contasen a nadie; vemos, en cambio, que otra "resurrección" se realiza así que inmediatamente se difunde. En el primer caso se trató de una curación que presuponía el profundo conocimiento de los procesos del cuerpo físico; el otro caso representa una resurrección, una iniciación. La individua­lidad que estuvo incorporada en el adolescente de Nain, debió experimentar una iniciación de singular característica. Existen diversas formas de iniciación. Una de ellas consiste en que, inmediatamente después del proceso que conduce a la iniciación, el ya iniciado percibe la luz del conocimiento de los mundos superiores y tiene la visión de los fenómenos y leyes de los mundos espirituales. Otra forma de la iniciación puede tener lugar de tal manera que, como primer paso, el alma del iniciando tan sólo recibe el germen y que deberá esperar hasta que, en una nueva encarnación, se desenvuelva este germen con el resul­tado de que en esa encarnación posterior llegará a la iniciación en su verdadero sentido. Semejante iniciación se hizo efectiva en la individualidad del adolescente de Nain. En los tiempos del acontecimiento de Palestina, su alma resultó transformada; aún no tenia la conciencia de haberse elevado a los mundos superio­res. En la encarnación posterior se desenvolvieron las fuerzas que en aquel momento quedaron introducidas en esta alma. Aquí, en una conferencia exotérica no pueden darse los nombres históricos; solamente podemos señalar que esa misma individualidad apareció a su tiempo en un poderoso maestro reli­gioso; de manera que, en una época posterior, surgió un nuevo representante del cristianismo, con las fuerzas que fueron vertidas en el alma del adolescente de Nain. En los tiempos venideros, esta misma individualidad estará llamada a introducir en el cristianismo, cada vez más, la doctrina de reencarnación y karma; o sea, unir con el cristianismo las enseñanzas que en los tiempos en que el Cristo vivió en la Tierra, no pudieron darse como sabiduría concreta, pues debieron ver­terse en las almas como fuerzas del sentimiento. El Cristo dio a comprender que la plena conciencia del Yo entró como algo totalmente nuevo en la evolución de la humanidad, y señaló - esto lo verá quien sepa leer con la debida atención - que en tiempos pasados el hombre no vivenciaba el mundo espiritual con plena conciencia de su Yo, sino que lo espiritual le penetra­ba por medio de los cuerpos físico, etéreo y astral, y que ello siempre estaba acompañado de un cierto grado de inconsciencia. Anteriormente, el hombre debió recibir la Ley del Sinaí que solo hablaba a su cuerpo astral. Esta ley obraba en él, pero no direc­tamente por las fuerzas de su Yo las que solo pudieron obrar en los tiempos del Cristo Jesús, porque solo entonces el hombre alcanzo la conciencia de su Yo. El Cristo lo da a entender, según el Evangelio, cuando dice que, para acoger un principio total­mente nuevo, era necesario que el alma humana llegase a su plena madurez; lo da a entender al hablar de su precursor, Juan el Bautista. ¿Como vio el Cristo a la individualidad de Juan? Dijo que Juan, antes de la aparición del Cristo, era llamado a caracterizar, en la forma más pura y más noble, el contenido de la antigua doctrina de los Profetas. Para el Cristo, Juan fue la figura que, como por última vez, represento, en la forma más pura y más noble, lo que pertenecía a los tiempos antiguos. Hasta el tiempo de Juan prevalecían la "Ley y los Profetas", y él debió, por última vez, exponer al hombre lo que la antigua doctrina y el antiguo contenido del alma podían darle. Pues, ¿como obraba este antiguo contenido del alma en los tiempos antes de entrar el principio del Cristo en la evolución? He aquí algo que a su debido tiempo se convertirá en conocimiento de la ciencia natural, cuando ella se dejará inspirar por la ciencia espiritual, por más extraño que actualmente se le parez­ca. Al respecto, tengo que tocar algo, aunque solo de paso, para demostrar hasta qué profundidades de la ciencia natural, la ciencia espiritual es capaz de proyectar luz. Actualmente, mediante las limitadas capacidades del pensamiento humano, la ciencia natu­ral trata de penetrar en los misterios de la existencia humana. Ella expone que por la acción conjunta de los gérmenes masculino y femenino se logra la formación de todo el organismo humano. Mediante el microscopio, cuidadosamente trata de establecer lo que en la substancia se halla de origen masculino y lo que pro­viene del germen femenino. Sin embargo, llegará el día en que esta ciencia natural, por su propia investigación, se verá impul­sada a reconocer que solo una parte del organismo humano se determina por la acción de los gérmenes masculino y femenino, y que en el actual ciclo evolutivo es, efectivamente así que – por más exactamente que se llegue a definir lo que proviene de los distintos gérmenes - por regla resultará que esto no da la explica­ción toda. En todo organismo humano existe algo que no se origina en el germen, sino que, en cierto modo, es de "nacimiento virgíneo"; algo que desde otras esferas se vierte en el proceso germinativo. Con el germen humano se reúne algo que no pro­viene del padre ni de la madre, pero que no obstante le perte­nece y que, como destinado a él mismo, penetra en su Yo, dentro del cual podrá ennoblecerse si llega a unirse con el Cristo. Lo que en el curso de la evolución de la humanidad se unirá con el Cristo, es la parte que representa el nacimiento virgíneo. Con sus propios medios, la ciencia natural descubrirá que esto se halla en relación con la importante transición que en los tiempos del Cristo tuvo lugar. Antes de esa transición, nada pudo haber en lo interno del ser humano sino lo que provenía del germen; y esto nos hace ver que en el curso de los tiempos realmente se producen cambios con respecto a la evolución del Yo. Acogiendo el principio del Cristo, la humanidad tiene que desarrollar y enno­blecer lo que, desde aquel tiempo, se le va agregando a los com­ponentes del mero germen. Esta contemplación nos acerca a una sutil verdad. Para el conocedor de la ciencia natural moderna es interesante ver que al investigador de ciertos fenómenos resulta casi palpable que en el ser humano hay algo que no se origina en el germen. Sería fácil descubrirlo, puesto que las condiciones previas ya existen, sólo que el intelecto del investigador aún no se ha desarrollado lo suficiente como para reconocer correctamente lo que sus expe­rimentos y observaciones le ofrecen. La ciencia natural no llegaría muy lejos si únicamente dependiera de la habilidad de los investigadores. Mientras éstos trabajan en el laboratorio, en la clínica o en otros campos de actividades, las potencias que dirigen al mundo se hallan detrás de ellos y hacen aflorar a la superficie lo que el mismo investigador no comprende y para lo cual él es tan sólo instrumento. Es absolutamente correcto decir que incluso la investigación objetiva es dirigida por los "maestros", las individualidades superiores; sólo que de esto comúnmente el hombre no se da cuenta. No obstante, estas cosas entrarán en observación tan pronto las facultades conscientes de los investi­gadores se compenetren de los conocimientos espirituales de la Antroposofia. Gracias a la evolución que desde la venida del Cristo a la Tierra ha tenido lugar, se ha operado una gran transformación de las facultades del hombre, el que anteriormente sólo pudo valer­se de las facultades que surgían de los gérmenes paterno y ma­terno. Durante la vida entre el nacimiento y la muerte, el hombre desenvuelve las facultades inherentes a los cuerpos físico, etéreo y astral. Antes de la época del Cristo Jesús, esas facultades única­mente fueron preparadas de cuanto el mismo germen daba; des­pués se agregó lo que proviene del nacimiento virgíneo y que no se debe al germen. Naturalmente, estas nuevas facultades pueden echarse a perder sí el hombre se abandona a la mera concepción material; en cambio, sí él acoge el calor que emana del principio del Cristo, las ennoblecerá y las llevará consigo, en forma cada vez más elevada, a las nuevas encarnaciones. Lo que antecede, presupone que en todas las enseñanzas anteriores al advenimiento del Cristo hubo un elemento determinante que dependía de las facultades provenientes de la descendencia y que el hombre recibía con el germen. Presupone, además, que el Cristo tuvo que dirigirse a las facultades que nada tienen que ver con el germen terrestre sino a las que se unen con el germen que proviene de los mundos divinos. Para hablar a los hombres, todas las grandes individualidades aparecidas antes de la venida del Cristo Jesús no pudieron valerse sino de las facultades adqui­ridas en su naturaleza terrena a través del germen; todos los profetas, los grandes fundadores e incluso los Bodisatvas tuvie­ron que servirse de estas facultades. No así el Cristo Jesús; Él habló a aquello en el hombre que no se origina en el germen sino a lo que proviene del reino de lo divino; y así habló a sus discípulos sobre la naturaleza de Juan el Bautista: "Os digo que no hay mayor profeta que Juan el Bautista, entre los nacidos de mujeres." Esto quiere decir, entre los cuya naturaleza tiene su origen en el germen masculino y femenino. Pero sigue diciendo: La más mínima parte de lo que no nació de mujer y que se une con el hombre desde el reino de Dios, es mayor que Juan". ¡Tan profunda verdad se oculta tras estas palabras! Cuando los hom­bres estudien la Biblia bajo la luz de la ciencia espiritual, descu­brirán que ella contiene verdades fisiológicas más grandes que todo cuanto el moderno pensar fisiológico y superficial pueda producir. Las palabras citadas nos inducen a buscar una de las más grandes verdades fisiológicas. El Cristo lo explica de la más variada manera. Quiere des­tacar que lo que Él trae al mundo es algo totalmente nuevo, distinto de todo lo anteriormente dado, porque se enuncia con las facultades provenientes de los reinos de los cielos, facultades no recibidas por herencia. Señala también que no será fácil com­prender semejante verdad, semejante Evangelio, porque los hom­bres quieren llegar a la convicción de la misma manera como antes pudieron comprenderlo. Pero el Cristo dice que de la nueva verdad no es posible convencerse de esa misma manera, puesto que el testimonio de la forma antigua no es propio para comprender la nueva. Las formas en sentido de la antigua ver­dad se comprenden cabalmente si se simbolizan mediante la "señal de Jonás". Esta señal simboliza la manera antigua de cómo el hombre se eleva al conocimiento de los mundos espi­rituales, o - con palabras de la Biblia - se convierte en profeta. La antigua manera de llegar a la iniciación ha sido como sigue: a los iniciandos se los preparaba cuidadosamente para que su alma adquiriese la debida madurez de conocer la vida espiritual; después, durante tres días y medio, se los mantenía sustraídos al mundo exterior en un lugar donde sus sentidos exteriores nada podían percibir, y donde su cuerpo se encontraba en un estado parecido a la muerte. A los tres días y medio volvíase a despertarlos, haciendo volver el alma a su cuerpo. Estos hombres poseían entonces la capacidad de recordar la visión de los mun­dos superiores, obtenida en ese estado, y de hablar ellos mismos de esos mundos. Esto fue el gran secreto de la antigua iniciación, que al alma, después de su intensa preparación, se le mantenía fuera del cuerpo, durante tres días y medio, en un mundo totalmente distinto. Así quedaba aislada del mundo exterior y penetraba en el mundo espiritual. Dentro de los pueblos antiguos, siempre había semejantes hombres que sabían hablar del mundo espiritual, porque habían pasado por lo que en la Biblia es llamado el "estar Jonás en el vientre del pez". Cuando estos iniciados aparecían ante el pueblo, ostentaban la "señal de Jonás", como indicio de que eran capaces de penetrar en el mundo espi­ritual. En sentido antiguo no hay, dijo el Cristo, otra señal que la de Jonás, y en el Evangelio lo explica aún más claramente: Existe, por cierto, como herencia de tiempos antiguos, la posibilidad de convertirse en clarividente - en forma opaca, indecisa - sin aquel método de iniciación, sino por revelación directa desde el mundo espiritual. Y el Cristo agregó: Mirad al rey Salo­món que fue de la índole de aquellos que, sin preparación previa, por revelación desde las alturas, obtuvieron la visión del mundo espiritual. En este mismo sentido, la "reina de Saba" que vino a encontrarse con el rey Salomón, fue la portadora de la sabiduría revelada desde las alturas y representante de los predestinados a heredar la clarividencia opaca, que había sido el don de todos los hombres de la época atlante. Existieron estas dos categorías de iniciados, la representada por Salomón, según la imagen de su encuentro con la reina de Saba, la reina del Austro; y la otra que se realizaba bajo la señal de Jonás, o sea, la antigua iniciación obtenida por el aislamiento del mundo exterior, durante tres días y medio. Nuevamente, el Cristo agregó: "Aquí hay más que Salomón y más que Jonás", con lo cual indicó que hay algo nuevo que entró en el mundo, y que ahora no sólo se habla al cuerpo etéreo por la revelación desde afuera, como en el caso del rey Salomón, ni tampoco por revelación desde dentro, por medio del cuerpo astral el que, en virtud de su preparación, transmite esa revelación al cuerpo etéreo, tal como lo representa el símbolo de la señal de Jonás. El Cristo dijo: "Aquí hay algo en que el hombre, con la madurez de su Yo, se une con lo que pertenece a los reinos del cielo, y las fuerzas de estos reinos se unen con la parte virginea del alma humana; esta parte se echa a perder si el hombre se aparta del principio del Cristo, pero se cultivará si el hombre se compenetra de lo que fluye del principio del Cristo. Además, el Cristo quiso mostrar que también puede haber hombres los que, antes de morir, serán capaces de ver los reinos del cielo, por medio del nuevo elemento en el mundo. Sus discípulos no captaron de qué se trataba, pero El quiso mostrarles que se refería a ellos mismos quienes, antes de morir, o antes de expe­rimentar la muerte de la iniciación antigua, experimentarían los misterios de los reinos del cielo. He aquí el maravilloso pasaje en el Evangelio donde el Cristo habla de la revelación superior, diciendo (cap. 9,27): "Os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean los reinos del cielo." Mas ellos no comprendieron que eran lla­mados a experimentar el poderoso efecto del Yo, del principio del Cristo, es decir, elevarse directamente al mundo espiritual, sin la señal de Salomón, sin la señal de Jonás. Preguntémonos ahora si esto se ha realizado. A continuación de las precitadas palabras del Cristo se des­cribe la escena de la transfiguración, donde los tres discípulos: Pedro, Jacobo y Juan se elevan al mundo espiritual, y allí se encuentran con las individualidades - en su existencia espiri­tual - de Moisés y Elías, percibiendo, asimismo, la esfera espiritual en que vive el Cristo. Por un instante, tienen la visión del mundo espiritual para convencerse de que es posible alcanzar la visión sin la señal de Salomón y sin la señal de Jonás. Mas también se evidencia que los tres son principiantes, pues en segui­da se adormecen, después de ser arrancados de los cuerpos físico y etéreo, por la potencia del acontecer. Así, el Cristo los encuentra dormidos. Con todo esto se mostró cuál es la tercera manera de pe­netrar en el mundo espiritual, aparte de las de la señal de Salomón y de la señal de Jonás. El Cristo sabía que el Yo del hombre debió desarrollarse, que había llegado el momento en que este Yo debió ser inspirado, y que las fuerzas divinas debie­ron impulsarlo directamente. Sin embargo, también quedó demos­trado que el hombre de aquel tiempo, incluso los más avanzados, no fueron capaces de acoger el principio del Cristo. Un primer paso hubo que darse con la transfiguración la que, no obstante, evidenció que los discípulos no poseían suficiente capacidad como para acoger el principio del Cristo. Por esta razón, al querer valerse, momentos más tarde, de este principio, tratando de curar a un enfermo poseído de un demonio, no logran hacerlo; y el Cristo les hace ver que no se hallan sino en el principio del camino, diciéndoles: "Por mucho tiempo aún he de estar con vosotros hasta que vuestras fuerzas puedan fluir en los demás." El mismo cura entonces al enfermo al que ellos no habían logrado curar. Luego les dice: "Ha de acontecer que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres"; esto quiere decir: está por llegar el tiempo en que paulatinamente ha de fluir en los hombres lo que ellos, por su misión terrestre, deberán desarrollar. Dicho con otras palabras: el tiempo en que el Yo que en su suprema conformación se presentó en el Cristo, será entregado al hombre. "Poned en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres. Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encu­bierta para que no la entendiesen." (Lucas 9, 44-45). Podemos preguntar: ¿Cuántos hombres la han comprendido hasta hoy? Ciertamente, serán cada vez más los que compren­derán que en aquel momento el Yo, el Hijo del Hombre, debió entregarse a la humanidad. Además, el Cristo dio la explicación apropiada para aquel tiempo, diciendo: El hombre actual es, por una parte, resultado de las fuerzas antiguas las que habían obrado antes de la influencia de las entidades luciféricas y, por otra parte, de estas fuerzas luciféricas que arrastraron al hombre a un nivel más bajo de su estado anímico-espiritual. Las conse­cuencias se manifiestan en las facultades del hombre actual. En lo que surgió del germen originario se entremezcló, en la con­ciencia del hombre, lo que le hizo descender a una esfera más baja; él es un ser binario: como resultado de la evolución, su conciencia actual se halla compenetrada de las fuerzas luciféri­cas. Sólo la parte en que reina lo inconsciente, o sea, lo que en cierto modo proviene, como un remanente, de la evolución a través de Saturno, Sol y Luna, cuando aún no existieron las fuer­zas luciféricas; únicamente esto fluye en el hombre como su parte virgínea. Sin embargo, esto no puede aunarse con él si no des­arrolla en sí mismo el principio del Cristo. El ser humano, como hoy se nos presenta, es, ante todo, el resultado de lo heredado, de lo que proviene del germen; y sólo su elemento de "infancia" contiene aún un remanente de su existencia de antes de la influen­cia luciférica; el elemento de "edad madura", en cambio, se halla compenetrado de las fuerzas luciféricas, las cuales hacen valer su influencia desde el primitivo estado embrionario, y ya al niño lo compenetran. En la vida común no se hace visible lo que antes de la influencia luciférica se ha vertido en el ser humano; pero la fuerza del Cristo volverá a despertarlo, al unirse con el elemento que constituye las mejores fuerzas de la naturaleza infantil del hombre. La fuerza del Cristo no ha de vincularse con las facultades que el hombre echó a perder, las que tienen su origen en el mero intelecto, sino con lo que ha quedado de la antigua naturaleza infantil, pues ésta es lo mejor del ser humano. "Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor", lo que significa: quién sería el más apropiado para acoger en sí mismo el principio del Cristo. "Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y púsole junto a ellos, diciendo cualquiera que recibiere este niño en mi nombre" - quiere decir, quien en el nombre del Cristo se uniera con lo que ha quedado de los tiempos preluciféricos - "a mí recibe; y quien me recibiere a mí, recibe al que me envió"; lo que equivale a decir: al que envió a la Tierra esta parte del ser humano. Esto es el gran significado del elemento que en la naturaleza humana debe cuidarse y cultivarse: su elemento "infantil". Podemos esfor­zarnos en desarrollar las promisorias predisposiciones de una per­sona la que, probablemente, hará buenos progresos. Sin embargo, hoy en día no se toma en consideración lo que existe en lo más profundo del ser humano, que es el elemento en que se han conservado las fuerzas infantiles al que ante todo habría que tomar en cuenta, puesto que las nuevas facultades han de des­pertarse a través de ese elemento, por medio del principio del Cristo. Todo hombre lleva en si mismo dicha naturaleza infantil la que, si es activa, posee también la sensibilidad para unirse con el principio del Cristo. En cambio, si las fuerzas sometidas a la influencia luciférica, por más elevadas que sean, actúan solas, rechazan y se burlan de lo que como fuerzas del Cristo pueda vivir en la Tierra, tal como el Cristo mismo lo ha vaticinado. El Evangelio de Lucas nos enseña cuál es el sentido del nuevo mensaje. Cuando el antiguo iniciado, con la señal de Jonás en la frente, aparecía ante los hombres, fue reconocido como capacitado de hablar de los mundos espirituales; mas sólo lo conocieron por su aspecto exterior los que habían recibido la instrucción correspondiente, pues se requiere cierta preparación para comprender la característica de la señal de Jonás. Empero, se necesitaba una nueva preparación - más allá de la señal de Sa­lomón y la de Jonás - para abrir camino a un nuevo modo de comprender y de madurar al alma humana. Los contemporáneos de Cristo Jesús, normalmente, sólo eran capaces de comprender el modo antiguo; la mayoría de ellos pudieron comprender a Juan el Bautista, pero les causó extrañeza que, para dar algo totalmente nuevo, el Cristo se dirigiera a hombres de apariencia absolutamente distinta de la acostumbrada. Habíanse imaginado que El se sentara al lado de los que hacían los ejercicios anti­guos, a fin de proporcionarles su enseñanza. No pudieron com­prender que El se dirigiera a hombres por ellos considerados como "pecadores". Mas El les decía: "Si mi mensaje totalmente nuevo lo transmitiera a la humanidad de la manera antigua, en lugar de elegir una forma enteramente nueva, sería lo mismo que remendar de paño nuevo un vestido viejo; o echar vino nuevo en odres viejos. Mas lo que ahora debe darse a la humanidad como algo superior a la señal de Salomón o la de Jonás, habrá que verterlo en odres nuevos, es decir en formas nuevas. Debéis hacer un esfuerzo para comprender de un modo nuevo el mensaje que también es nuevo". Debieron comprenderlo, no en base a los conocimientos adquiridos intelectualmente, sino por la potente influencia del Yo, por lo que de la naturaleza espiritual del Cristo se había derramado en ellos. Para esto estaban predestinados, no los instruidos en sentido de las doctrinas antiguas, sino los que, a pesar de haber pasado por muchas encarnaciones anteriores, eran gentes sencillas quienes comprendieron al Cristo, gracias a la fuerza de fe, derramada en ellas. Consecuentemente, ante los ojos del mundo, también hubo que presentarles una "señal". En el gran escenario de la historia universal debió realizarse lo que, en el curso de siglos y milenios, se había realizado, como el pasar por la "muerte mística", en los Templos de los Misterios. Apare­ció ante el mundo y se evidenció en el Gólgota como aconteci­miento absoluto, todo lo misteriosamente realizado en los grandes templos de la iniciación. Con gran intensidad se presentó ante la humanidad lo que antes, en los tres días y medio de la antigua iniciación, sólo se había presentado a los iniciados. Así se explica que el conocedor de los hechos debió describir lo sucedido en Gólgota como la iniciación antigua transformada en hecho histó­rico y trasladada al escenario exterior de la historia universal. Lo que anteriormente los pocos iniciados habían experimentado en los templos de los Misterios: el hallarse durante tres días y medio en estado parecido a la muerte - proporcionándoles la convicción de que lo espiritual siempre superará a lo corpóreo y que lo anímico-espiritual pertenece a un mundo superior - eso debió realizarse una vez ante los ojos de todo el mundo. El acon­tecimiento de Gólgota fue una iniciación trasladada al plano externo de la historia del mundo, realizada no sólo para los que lo presenciaron, sino para toda la humanidad. Lo que irradió de la muerte en la Cruz, se extendió de allí hacia toda la humani­dad: con cada gota de sangre de las heridas de Cristo Jesús, una corriente de vida espiritual fluyó hacia toda la humanidad. Pues, como fuerza debió entonces fluir hacia la humanidad lo que antes, como sabiduría, había emanado de otras grandes indivi­dualidades. Esta es la gran diferencia entre el acontecimiento del Gólgota y la enseñanza de los demás fundadores de una religión. Las facultades del hombre actual no alcanzan para compren­der correctamente lo que en el Gólgota sucedió. Al principio de la evolución terrestre, el Yo humano se unió con la sangre como su expresión exterior. De no haber venido el Cristo, los hombres hubieran fortalecido su Yo a tal grado que hubieran desarrollado un egoísmo destructivo, pero el acontecimiento del Gólgota los preservó de tal peligro. Al verterse la sangre de las heridas del Cristo Jesús, se derramó el exceso de la substancia del Yo, como "señal" de que se estaba sacrificando el excedente de egoísmo de la naturaleza humana. Para comprenderlo, hemos de penetrar más profundamente en el significado espiritual del sacrificio del Gólgota. Esto no es asequible al intelecto y la mirada superfi­cial del químico, pues en un análisis químico de la sangre que se derramó en el Gólgota, se hubieran encontrado las mismas substancias que la sangre humana generalmente contiene. No obstante, quien examinara esa sangre con los medios de la investigación oculta, encontraría que efectivamente se trataba de una sangre distinta. Sin el inmenso amor que hizo fluir la sangre del Gólgota, la humanidad, debido al exceso de sangre, se hubiera perdido en el egoísmo; y el investigador oculto descubre ese inmenso amor que penetra la sangre del Gólgota. Particular­mente, ha sido la intención del autor del Evangelio de Lucas, describir que por el Cristo llegó al mundo ese inmenso amor que paso a paso ha de expulsar el egoísmo. Cada evangelista describe lo que resulta de su particular intención y tarea; y si examináramos más profundamente todos los hechos, encontraría­mos que todos los aspectos contradictorios desaparecen, contra­dicciones que la investigación materialista pueda encontrar, como por ejemplo las diferencias en cuanto a los acontecimientos pre­vios al nacimiento de Jesús de Nazareth, las que dejan de existir al explicarse lo realmente sucedido. Lucas describe lo que los ministros del verbo, los que lo han visto por sus ojos, pudieron percibir; y también nos habla del amor que se derrama y que perdona, incluso en los casos en que en el mundo físico se le hace sufrir lo más espantoso; de modo que desde la cruz, con toda razón, suenan las palabras: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." Por su inmenso amor, el crucificado pide perdón para los que le crucificaron. Aparte, ¡vuelvo a afirmar que este es el Evangelio que nos habla de la fuerza de la fe! Debióse corroborar que en la natu­raleza humana hay algo que, por el solo hecho de verterse al mundo, es capaz de liberar al hombre del mundo sensorio, por más estrechamente que se halle ligado a él. Imaginémonos a un hombre tan atado al mundo sensorio, por toda clase de críme­nes, que la justicia del mundo ejecuta la condena; pero que él, no obstante, háyase guardado lo que en su ser pueda hacer ger­minar la fuerza de la fe. Tal hombre, comparado con otro que no sea capaz de hacer germinar esa fuerza, se diferenciará de éste al igual que uno de los malhechores del Gólgota se diferenciaba del otro. El primero poseía la fe cual una débil luz que irradia al mundo espiritual; es por ello que no ha de perder el vínculo con lo espiritual y que el Cristo le dice: "De cierto te digo que hoy, puesto que tú sabes que estás vinculado al mundo espi­ritual, estarás conmigo en aquello que se halla en el paraíso." De esta manera, en el Evangelio de Lucas, aparte de la verdad sobre el amor, resuenan también, desde la cruz, las verdades de la fe y la esperanza. Además, desde el ámbito anímico que el autor de este Evan­gelio nos describe, ha de cumplirse algo más. El hombre, compenetrado del amor que fluyó de la cruz del Gólgota, dirá: La evolución sobre la Tierra ha de realizarse de tal manera que el espíritu que en mí tiene vida, en el curso del tiempo transformará toda la existencia física terrestre. El prin­cipio del Dios Padre, que existió antes de la influencia lucifé­rica, será restituido a ese mismo principio, pero el principio del Cristo penetrará todo nuestro espíritu, y por nuestras manos se manifestará lo que en nuestras almas vive como una clara ima­gen. En nuestras manos, creadas por el principio del Dios Padre, fluirá el principio del Cristo. En lo que los hombres, a través de sus encarnaciones, hacen por medio de sus cuerpos, fluirá lo espiritual que proviene del Misterio del Gólgota; de modo que el mundo externo será transformado por el principio del Cristo. La calma que emanó de la cruz del Gólgota conducirá a la suprema esperanza por el porvenir, al ideal: En mi ser germi­nará la fe, en mi ser germinará el amor; la fe y el amor, al acrecentarse, penetrarán toda la existencia exterior. "La esperanza por el porvenir de la humanidad acompañará a la “fe” y el amor, y el hombre comprenderá que en el futuro deberá adqui­rir la calma y la certeza: Si tengo fe y amor, también puedo tener la esperanza de que lo recibido del Cristo fluirá, cada vez más, hacia fuera. Así, el hombre comprenderá las palabras que como alto ideal resonaron desde la cruz: 'Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Así, desde la cruz, suenan las palabras de la fe y de la esperanza en el Evangelio que nos describe la confluencia en Jesús de Nazareth de las anteriormente separadas corrientes espi­rituales. Lo que otrora la humanidad había recibido como "sabi­duría", fluyó en ella como fuerza del alma, como el elevado ideal del Cristo. Con las verdades espirituales que la ciencia espiritual nos transmite, se desarrollará en nosotros la facultad para compren­der que son palabras vivientes las que contiene un documento religioso como el que Lucas ha dado a la humanidad; además la ciencia espiritual nos revela el significado de su contenido oculto. De esta manera podemos comprender las palabras que resue­nan en el momento en que el Nirmanakaya del Buda hace fluir su fuerza en el niño Jesús natánico. Desde los mundos espirituales, la revelación fluye hacia la Tierra y, como amor y paz, esa misma revelación encuentra su reflejo en los corazones humanos, en la medida en que los hombres desarrollan en si mismos lo que, como buena voluntad, el principio del Cristo hace surgir del centro humano, su Yo. Esto resuena, con claridad y calor, en las palabras del Evangelio de Lucas:

La revelación desde las alturas de los mundos espiritua­les, y su imagen reflejo en los corazones humanos, trae la paz a aquellos hombres que en sí mismos, en el curso de la evolución terrestre, desarrollan la verdadera buena voluntad.



22 de agosto de 2008

Guia para el conocimientode si mismo. 6ªMeditación.

Continuamos con la enseñanza de un verdadero iniciado: don Rudolf Steiner.







SEXTA MEDITACION


En la que se intenta formarse un concepto del Cuerpo del Ego o Cuerpo Mental.

La sensación de encontrarse fuera del cuerpo físico es mucho más fuerte durante las experiencias con el cuerpo astral que durante las obtenidas en el cuerpo elemental. En el caso del cuerpo elemental, si bien nos sentimos fuera de la región en que existe el cuerpo físico, sin embargo, nos sentimos conectados con este último. En el cuerpo astral sentimos el cuerpo físico como algo fuera de nuestro propio ser. Al pasar al cuerpo elemental sentimos algo como una expansión de nuestro propio ser, pero al identificar nuestra conciencia con el cuerpo astral, es como si diéramos súbitamente un salto dentro de otro ser. Y sentimos un mundo de seres espirituales radiando sus actividades adentro de ese ser. Nos sentimos en una forma u otra conectados o relacionados con esos seres. Y por grados vamos aprendiendo en qué forma están relacionados estos seres mútuamente. Para nuestra conciencia humana, el mundo se ensancha en dirección a lo espiritual. Por ejemplo, contemplamos seres espirituales que producen la sucesión de las épocas en el desarrollo de la humanidad y así comprendemos que los diferentes caracteres de las diversas épocas han sido estampadas sobre ellas por entidades espirituales reales. Estos son los Espíritus del Tiempo o Poderes Primordiales (Archai). Aprendemos también a conocer otros seres, cuya vida psíquica es tal que sus pensamientos son al mismo tiempo fuerzas activas de la Naturaleza. Vamos entonces comprendiendo que solamente para la percepción física las fuerzas de la Naturaleza parecen estar constituidas como dicha percepción física se las imagina. En realidad, en todas partes, donde está obrando una fuerza de la Naturaleza, se está expresando el pensamiento de algún ser, así como el alma humana encuentra su expresión en los movimientos de la mano. Pero esto no es como si el hombre con la ayuda de una teoría pudiera colocar mentalmente seres vivientes tras todos los procesos naturales, porque cuando estamos en nuestro cuerpo astral entramos en relaciones tan concretas y reales con esos seres: como las relaciones que puedan tener en el mundo físico diversos individuos. Entre los espíritus en cuyo reino entramos así descubrimos una serie de gradaciones y por lo tanto podemos así hablar de un mundo de más elevadas jerarquías. Y esos seres, cuyos pensamientos se manifiestan a la percepción física como fuerzas de la Naturaleza podemos denominarlos los Espíritus de la Forma.




La experiencia en ese mundo presupone que sentimos nuestro ser físico como algo fuera de nosotros, en la misma forma que en la existencia física contemplamos una planta como algo fuera de nosotros, y esta sensación de estar fuera de lo que en la vida ordinaria sentimos como nuestro propio ser, es muy penosa si no va acompañada por otra experiencia determinada. Si el trabajo interno del alma ha sido enérgicamente llevado a cabo y ha conducido a la debida profundización y fortalecimiento de la vida anímica, esta pena no será muy pronunciada. Porque una entrada lenta y gradual en esta segunda experiencia puede ser lograda simultáneamente con nuestra entrada en el cuerpo astral como vehículo natural.
Esta segunda experiencia consiste en obtener la capacidad de considerar todo lo que antes llenaba y estaba relacionado con nuestra alma, como una especie de recuerdo, de manera que quedemos en la misma relación con nuestro ego primitivo, como lo estamos con nuestros recuerdos en la vida física. Y sólo mediante esta experiencia llegamos a la plena conciencia de nosotros mismos como entidades que viven en su propio ser en un mundo completamente diferente del de los sentidos. Entonces poseemos el conocimiento de que lo que arrastramos tras de nosotros y que antes considerábamos como nuestro ego, es algo completamente diferente de lo que realmente somos. Ahora podemos situarnos frente a nosotros mismos y podemos formarnos una idea concerniente a eso que ahora confronta nuestra propia alma y que antes decía "Esto soy yo".
Ahora el alma ya no dice más "Esto soy yo", sino "Yo llevo esto conmigo". Y así como el ego en la vida ordinaria se siente independiente de sus propios recuerdos, así también nuestro ego recién descubierto se siente independiente de su ego anterior. Ahora siente que pertenece a un mundo de seres puramente espirituales. Y conforme esta experiencia, (que es una experiencia real y no una teoría) viene a nosotros, comprendemos lo qué es realmente aquello que habíamos considerado como nuestro ego. Se presenta como un tejido de recuerdos producido por los cuerpos físico, elemental y astral, en la misma forma que una imagen se reproduce en un espejo. y de la misma manera que un hombre no se identifica con su imagen reflejada en el espejo, tampoco el alma que se siente en el mundo espiritual se identifica con aquello que experimenta en el mundo de los sentidos. La comparación con la imagen reflejada, debe tomarse, por supuesto, solamente como una comparación. Porque la imagen reflejada desaparece cuando nosotros cambiamos de posición respecto al espejo, mientras que el tejido de recuerdos que representa lo que somos en el mundo físico y que consideramos como nuestro propio ser, tiene un grado de independencia mayor que la imagen en el espejo. En cierto sentido es un ser por sí mismo. Y, sin embargo, para el ser anímico real, es solamente como una imagen de sí mismo. El ser real del alma siente que esta imagen es necesaria para la manifestación de su yo real. Este ser real sabe que es algo diferente, pero también sabe que jamás habría llegado a obtener ningún conocimiento real de sí mismo, si al principio no se hubiera identificado con su propia imagen en ese mundo que, después de su ascensión al mundo espiritual, se convierte en un mundo externo.
El tejido de recuerdos o memorias que ahora consideramos como nuestro ego anterior, puede ser llamado "Cuerpo del Ego" o "Cuerpo Mental". La palabra cuerpo debe ser tomada en un sentido más amplio que el que usualmente se adjudica a ese término. Por "cuerpo" aquí queremos indicar todo lo que experimentamos como perteneciente a nosotros mismos, y respecto a lo cual no decimos "Somos eso", sino “Poseemos eso".
Sólo cuando la clarividencia consciente ha llegado al punto en que experimenta como suma de recuerdos aquello que antes consideraba ser uno mismo, sólo entonces es cuando es posible lograr una experiencia real de lo que se oculta tras el fenómeno de la muerte. Porque entonces hemos llegado a un mundo verdaderamente real, en el que nos sentimos como seres que pueden retener, como recuerdo, lo que ha sido experimentado en el mundo de los sentidos. Esta suma total de experiencias en el mundo físico, requiere para que pueda continuar su existencia un ser que pueda retenerla en la misma forma en que el ego ordinario conserva sus memorias. El conocimiento suprasensible revela el hecho de que el hombre tiene una existencia dentro del mundo de seres espirituales, y que es él mismo quien conserva dentro de sí su vida física como recuerdo. La pregunta acerca de qué es lo que sucederá después de la muerte, con todo lo que yo ahora soy, recibe la siguiente contestación del clarividente. "Continuarás siendo lo que eres en la misma proporción en que te consideres un ser espiritual entre otros seres espirituales".
Comprendemos la naturaleza de estos seres espirituales y entre ellos nuestra propia naturaleza. Y este conocimiento es experiencia directa. Por él sabemos que los seres espirituales, y con ellos nuestra propia alma, tienen una existencia de la que la vida física es sólo una manifestación pasajera.
Si a la conciencia ordinaria según se ve en la Primera Meditación, le parece que el cuerpo pertenece a un mundo cuya parte real queda probada por su disolución en él después de la muerte; la observación clarividente enseña que el ego humano real pertenece a un mundo al que es atraído por lazos completamente diferentes de los que relacionan al cuerpo físico con las leyes de la Naturaleza. Los lazos que unen al ego con los seres espirituales del mundo suprasensible no son afectados en su naturaleza íntima ni por el nacimiento ni por la muerte. En la existencia física estos lazos sólo se muestran en una forma especial. Lo que aparece en este mundo es la expresión de realidades de naturaleza suprasensible. Ahora bien. como el hombre es un ser suprasensible, y así aparece efectivamente ante la observación suprasensible, los lazos que unen las almas en el mundo suprasensible no son afectados por la muerte y esa pregunta ansiosa que surge ante la conciencia ordinaria del alma en esta forma primitiva: "¿Encontraré después de la muerte a aquellos con quienes he estado unido durante la vida física?" debe ser contestada enfáticamente por la afirmativa por todo investigador real, que pueda juzgar de acuerdo con la experiencia. Todo cuanto se ha dicho sobre el ser del alma. experimentándose a si misma como una realidad espiritual en el mundo de otros seres espirituales, puede ser visto y confirmado mediante el fortalecimiento de la vida de nuestra alma, en la forma ya mencionada, siendo posible facilitar la tarea mediante el desenvolvimiento de ciertos sentimientos. En la vida ordinaria del mundo físico adoptamos tal actitud respecto a todo nuestro destino, que generalmente sentimos simpatía o antipatía por los diferentes sucesos. Un observador imparcial tendrá que admitir que estas simpatías o antipatías son de las más fuertes que el hombre sea capaz de sentir. La reflexión antedicha nos prestará un gran servicio en la vida de nuestra alma. Sin embargo, podemos encontrar con frecuencia que las simpatías y antipatías de la clase mencionada, que somos capaces de descartar, sólo han desaparecido de nuestra conciencia inmediata. Se han retirado a los más profundos estratos de la humana naturaleza y se manifiestan como ciertas modalidades del alma, o como sentimiento de laxitud u otra sensación en el cuerpo. La imperturbabilidad real con respecto al destino sólo se adquiere cuando nos comportamos en este asunto en la misma forma que cuando nos abandonamos en la concentración a pensamientos o sensaciones, con el objeto de fortalecer la vida de nuestra alma en general. Reflexiones que sólo conduzcan a una comprensión intelectual no son suficientes.
Es necesario vivir intensamente con tal reflexión y continuar en ella durante un período de tiempo, mientras se mantienen apartadas todas las experiencias relativas a los sentidos u otros recuerdos de la vida ordinaria. Mediante estos ejercicios llegamos a una actitud fundamental de la mente hacia el destino. Es posible deshacerse radicalmente de toda simpatía o antipatía a este respecto, hasta considerar finalmente todo cuanto nos suceda con la misma indiferencia con que un observador contemplaría como cae el agua de una montaña sobre el valle al pie. No queremos decir que en esta forma lleguemos a contemplar nuestro destino sin sentimiento de ninguna clase. El que se vuelve indiferente a cuanto le suceda no se encuentra en buen camino. Uno ciertamente no permanece indiferente ante el mundo externo con respecto a aquellas cosas que no nos atañen como parte de nuestro destino. Contemplamos las cosas que suceden ante nosotros con placer o pena. No hay que buscar indiferencia hacia la vida cuando andamos tras el conocimiento suprasensible, sino la transformación del interés directo que el ego se toma en su propio destino. Es muy posible que mediante esa transformación, la vividez de la vida del sentimiento sea aumentada y no debilitada. En la vida ordinaria derramamos lágrimas por muchas cosas que suceden como destino a nuestra alma. Sin embargo, podemos llegar a un punto de vista tal en que el destino de los demás despierte en nuestra alma el mismo interés y sentimiento profundos que pudieran producirnos nuestras propias experiencias. Es más fácil llegar a esa actitud con respecto a nuestras propias capacidades mentales. No es tal fácil, después de todo, experimentar una gran alegría cuando descubrimos en otro una cierta capacidad o talento, como cuando la descubrimos en nosotros mismos. Cuando mediante la observación de nosotros mismos tratamos de penetrar en las profundidades de nuestra alma, podemos descubrir mucha satisfacción egoísta por las cosas que somos capaces de hacer nosotros mismos. Una unión meditativa intensa y repetida con el pensamiento de que en muchos casos es completamente indiferente al curso de la vida humana el que, seamos nosotros o cualquier otro, capaces de hacer ciertas cosas, nos puede hacer adelantar un largo camino hacia la verdadera imperturbabilidad con respecto a que lo que sentimos, es la obra más íntima del destino en nuestra vida. Este fortalecimiento de la vida interna del alma, por el pensamiento, cuando se hace en debida forma, nunca puede llevar a aniquilar nuestros sentimientos por lo que toca a nuestras propias capacidades. En cambio, son transformados y comprendemos entonces la necesidad de comportarnos de acuerdo con estas capacidades.
Ya hemos, pues, indicado la dirección que toma este fortalecimiento de la vida del alma mediante el pensamiento. Aprendemos a conocer algo en nosotros que aparece al alma como un segundo ser dentro de sí. y esto se nota especialmente, cuando relacionamos con ello pensamientos que muestran cómo en la vida ordinaria producimos tal o cual suceso en nuestro destino. Podemos ver que tal o cual suceso no habría ocurrido, si no nos hubiéramos portado de cierta manera en algún período anterior de nuestra vida. Lo que nos ocurre hoy, es, ciertamente, en muchos sentidos, el resultado de lo que hicimos ayer. Ahora podremos, con la intención de llevar la experiencia de nuestra alma más allá del punto al que hayamos llegado, contemplar retrospectivamente nuestra existencia pasada, podemos descubrir cómo nosotros mismos nos hemos preparado nuestro destino futuro. Al hacer esta tentativa podemos retroceder hasta el punto cuando la conciencia se despierta en el niño, que le permite luego en la vida recordar lo que ha experimentado.
Y si nos ponemos a hacer esta retrospección en tal forma que combinemos con ella una actitud mental que elimine las simpatías y antipatías usuales egoístas con respecto a nuestro propio destino, entonces, al llegar a ese punto mencionado de la memoria, nos confrontamos y podemos decirnos: "En ese momento se nos presentó por primera vez la posibilidad de sentirnos a nosotros mismos y de trabajar conscientemente sobre la vida de nuestra alma, pero este ego nuestro estaba allí antes, y fue él quien, aunque no trabajando conscientemente en nosotros, nos trajo la capacidad de conocer, así como todo lo demás que ahora sabemos. Esta actitud respecto a nuestro propio destino, produce lo que ninguna reflexión intelectual es capaz de producir. Aprendemos a contemplar los acontecimientos de la vida con ecuanimidad, los afrontamos sin prejuicios; pero vemos en el ser que nos aporta estos acontecimientos a nuestro propio ser. Y cuando nos contemplamos en esta forma, encontramos que las condiciones de nuestro propio destino, que ya nos fueron dadas al nacer, están conectadas con nuestro propio ser. Y entonces llegamos a la convicción de que así como hemos trabajado sobre nosotros mismos, desde que despertó nuestra conciencia, así también habíamos obrado antes de que nuestra conciencia presente se despertara. Ahora bien, al llegar así a la realización de un ego superior dentro de nuestro ego ordinario, no sólo nos conduce a admitir que nuestro pensamiento nos demuestra la existencia teórica de la existencia de tal ego superior, sino que también nos hace comprender la viviente actividad de este ego, como un poder dentro de nosotros mismos, en toda su realidad, y entonces sentimos el ego ordinario como una creación del otro. Este sentimiento es, en realidad, el primer paso hacia la contemplación del ser espiritual del alma. Y si no conduce a nada, es simplemente porque nos quedamos satisfechos con sólo el principio. Este principio puede bien ser apenas una sensación vaga e indefinida y puede permanecer así durante un largo tiempo. Pero si proseguimos enérgicamente la interior actividad y ejercitamiento que nos ha llevado a este principio, llegaremos por último a contemplar el alma como un ser espiritual. Y al llegar a este estadio, comprenderemos fácilmente por qué alguno que no tenga experiencia en estas materias, puede decir que al creer en ellas vemos las cosas, y que sólo hemos creado una imagen fantástica de un ego superior, mediante la auto-sugestión. Pero el que ha pasado por la experiencia, sabe perfectamente que esa objeción deriva de la falta de esa experiencia misma, ya que todos los que se desarrollan seriamente en esta forma, adquieren al mismo tiempo la capacidad de distinguir entre las realidades y las imágenes creadas por la propia imaginación. La actividad interior y la experiencia que son necesarias durante esta jornada del alma. Sí se efectúa en la debida forma, nos hace desarrollar la mayor circunspección con respecto a la imaginación y la realidad. Cuando sistemáticamente tratamos de experimentarnos nosotros mismos en el ego superior, como seres espirituales, consideraremos como experiencia principal la descrita al principio de esta meditación, y contemplaremos el resto simplemente como un auxilio en la jornada del alma.

8 de junio de 2008

HOMENAJE A RUDOLF STEINER


Como saben los que me conocen soy un profundo admirador y seguidor a mi manera de este gran iniciado, el que a mi modo de ver califica más para Bodisattva, por la manera en la que entregó tantas ayudas a la humanidad, en fin les dejo una de sus conferencias, de hace más de un siglo, vigentes hoy como antes.


Que brillante eras Rudolf, espero tener la oportunidad y el honor de conocerte en tu próxima reencarnación.


EL DESARROLLO INTERIOR DEL HOMBRE

Una ponencia de Rudolf Steiner. Berlin, 15 de Diciembre de 1904


Recientemente me he propuesto hacer un boceto sobre el ser del hombre y los tres mundos que le rodean: el mundo físico actual, el mundo del alma y el mundo del espíritu. Más adelante tengo planeado hablar de los conceptos antroposóficos principales sobre el origen del hombre, la tierra y los cuerpos celestiales en general. Así habremos repasado el punto de vista general en la teoría de la vida, según es desarrollada por la antroposofía.
De cualquier forma, hoy me gustaría presentar unas pocas sugerencias acerca de la manera en que el desarrollo interior del hombre debe progresar si desea llegar a sus propias conclusiones sobre los principios proclamados por la visión antroposófica del mundo. Hay que tener en mente que hay una gran diferencia entre llegar a un entendimiento de los conceptos presentados por un científico espiritual como una verdad obtenida a través de su cognición y su experiencia, y el desarrollo del alma y espíritu humanos que permite a una persona mantenerse en dicha cognición y percepción propias.
Uno tiene que distinguir entre un nivel elemental de desarrollo que lleva a la comprensión de las enseñanzas de un maestro espiritual experimentado, siguiéndolas como si fuera en pensamiento y en sentimiento y entendiéndolas como verdad dentro de unos límites, y un nivel avanzado en el cual uno obtiene las experiencias personales en el ámbito del espíritu y el alma. Este nivel elemental es nuestro tema de hoy. El nivel avanzado concierne la clarividencia y hasta el punto en que es posible siquiera dar ninguna indicación en público sobre la clarividencia, ese será el tópico de nuestra próxima presentación. El problema de cómo uno puede lograr el entendimiento personal de las verdades antroposóficas es el tema que nos ocupará hoy.
Solo podemos dar aquí unos pequeños apuntes ya que el entrenamiento que el alma y el espíritu humanos deben llevar a cabo para adquirir el entendimiento antes mencionado es muy extenso. Requiere un largo período de estudio interior y los numerosos detalles de este entrenamiento no se pueden elaborar en el curso de una breve charla. La información a la que nos podemos referir aquí es solo un pequeño apunte de lo que sería expresado en instrucciones personales. Dicho esto es necesario hacer notar antes de nada que la mayoría de la gente necesita en este campo la ayuda de un maestro personal. Algunos son de la opinión que una persona puede desarrollar el mismo habilidades interiores, fuerzas del alma y percepción espiritual por sus propios medios, y puede parecer desafortunado que en esta área vital de la vida una guía personalizada sea supuestamente necesaria. De cualquier modo, la naturaleza de esta guía da las suficientes garantías para que nadie, bajo ningún concepto, pueda llegar a tener ningún tipo de dependencia de otra persona. Nadie honra la dignidad del hombre y el respeto por el individuo más que el maestro de lo oculto. El instructor del desarrollo místico y antroposófico nunca da nada más que consejo.
Los más grandes maestros en este campo nunca hicieron más que sugerir y aconsejar. Se deja al libre albedrío del individuo hasta que punto pretende seguir estos consejos. Las tareas del espíritu y del alma que uno se propone dependen del individuo; la consideración por la libertad humana por parte del maestro es demasiado pronunciada como para pretender dar más que consejo. En esta área, todo lo que pueda ser expresado de cualquier manera, debe ser entendido con esta reserva.
Otro punto importante es que la parte principal de esta educación no se expresa en ninguna formalidad externa particular, tampoco requiere una medida externa definida. Esta educación es más bien un desarrollo completamente íntimo del alma humana y todos los grados significantes del desarrollo que uno debe llevar a cabo se dan lugar en la profundidad más íntima del ser. Precisamente aquí se lleva a cabo una transformación en la persona, pero no es necesario que nadie, ni siquiera su mejor amigo, note ninguna diferencia. Así, en privado, en tranquilidad y en reclusión el místico se entrena a sí mismo para adquirir el entendimiento de los mundos del alma y del espíritu. No se puede enfatizar lo suficiente que nadie que se proponga a sí mismo al desarrollo espiritual interior necesita cambiar su ocupación en ningún aspecto ni tampoco descuidar sus tareas diarias. Al contrario, aquel que crea que para su desarrollo interior es necesario más tiempo y como consecuencia descuida sus ordinarias obligaciones y de sus intentos de interiorización adentro de los mundos espirituales se convierte en un anti-social o en un miembro inferior de la sociedad descubrirá muy pronto que de esta manera se logra mucho menos.
Este entrenamiento interior progresa discretamente y sin prisa, en completa tranquilidad interior. Quiero hacer énfasis en este punto, que ninguna "regla especial" va a ser expuesta ahora sino descripciones de ese camino de desarrollo interior. Las directrices, cuando son observadas, sí requieren algo del aspirante sin lo cual nunca podrá lograr ninguna experiencia personal más elevada. Se trata de la resistencia. Aquel que no tiene paciencia y resistencia, quien no puede perseverar una y otra vez y seguir en completa calma las normas interiores que son aplicables aquí, generalmente no logrará nada en absoluto. Solo hay una rara excepción que hace posible el éxito sin la observación de estas reglas. Este es el caso en el cual un individuo esta muy avanzado en su camino de evolución como ser humano. En el caso de un individuo que en una reencarnación anterior ya ha obtenido un cierto nivel de clarividencia el curso del entrenamiento interior es bastante diferente y mucho más corto. Aquel que da las reglas correspondientes para el desarrollo interior ser consciente de este hecho y su trabajo entonces se limita a eliminar los obstáculos que bloqueen el camino hacia la iluminación.
Ya que las directrices en el camino a la iluminación varían con cada individuo, es una regla no recomendable el buscar el desarrollo místico sin guía personal. Aquel que expone las líneas a seguir debe conocer estrechamente a su pupilo, no en el sentido ordinario de la palabra sino en el sentido espiritual. Mientras el maestro de lo oculto no necesita conocer nada de la profesión de su pupilo, manera de vida, miembros de su familia, sí necesita adquirir un conocimiento íntimo de la condición de su alma y espíritu y de su nivel de desarrollo. Nos llevaría demasiado lejos exponer hoy las maneras y los métodos según los cuales el maestro de lo oculto adquiere este conocimiento. Serán discutidas en ponencias futuras sobre clarividencia.
El desarrollo interior está conectado con ciertas consecuencias para aquellos que se aventuran en este camino y deben darse cuenta que, como resultado, ciertas definidas cualidades aparecerán en su personalidad. Estas cualidades son síntomas y resultados directos del nivel de desarrollo interior y requieren observación cuidadosa. El maestro de lo oculto debe conocer cómo interpretar estos síntomas para asegurar la manera apropiada para proseguir en este desarrollo interior.
El desarrollo del hombre interior es el nacimiento en un nivel superior. Es el nacimiento del alma y el espíritu, no en el sentido figurativo, alegórico, pero como un hecho en el sentido literal de la palabra. Incluso en este rea un nacimiento no lo es sin consecuencias y el maestro de lo oculto debe saber como tratarlo.
Después de un contacto inicial con algunas de las enseñanzas básicas de la antroposofía tal como la reencarnación y el karma, la doctrina según la cual el alma humana se ha reencarnado en el pasado repetidas veces en un cuerpo físico y que continua retornando en futuras encarnaciones, y la enseñanza del karma, de la justicia compensatoria --la mayoría de la gente se preguntará como uno puede adquirir el entendimiento de estas por si mismo. Esta es la gran cuestión que confronta ahora a cada persona. Hay una regla dorada que debe ser observada, que eventualmente guiará a cualquiera a la comprensión deseada. Esta ha sido la experiencia común de todos quienes se han dedicado seriamente a los ejercicios en cuestión. No hay nadie que no pueda, de la manera más fácil posible, adquirir esta comprensión de la reencarnación y el karma.
De cualquier modo, como decía Goethe "aunque es fácil, lo fácil es difícil." Esto es así porque pocos son los que deciden emplear la fuerza de voluntad, resistencia y la paciencia necesarias para alcanzar ciertas condiciones definidas del alma y el espíritu esenciales para esta comprensión. La regla de oro es esta "vive tu vida como si la reencarnación y el karma fuesen verdades y llegarán a ser verdades para ti." Parece como si hubiese que alcanzar esto mediante la autosugestión pero no es el caso. El símbolo místico de la serpiente que se muerde su propia cola es un símbolo familiar. Este símbolo tiene varios significados profundos pero entre las muchas interpretaciones que contiene, una es la que aquí hemos expresado en la regla de oro.
Es evidente que la suposición inherente en esta regla de oro se niega a sí misma de la misma manera en que la serpiente se enrosca sobre sí misma. ¿ Cómo debemos entender esto? Si la reencarnación es un hecho, entonces ciertos esfuerzos hechos por el hombre y que tienen un efecto en su alma no pueden ser hechos en vano, sino que más adelante deben convertirse en la naturaleza del alma. Una de las grandes leyes del hombre que debe ser probada, íntimamente sobre su propio ser, es expresada en un antiguo texto Indio, "lo que piensas hoy, serás mañana." Aquel que cree en la reencarnación debe darse cuenta que una cualidad que desarrolla dentro de sí mismo, un pensamiento que imprime sobre sí mismo al mantenerlo constantemente en la mente, se convierte en algo permanente en su alma que volver a emerger una y otra vez. Siendo así, una persona que busca el desarrollo místico debe antes de nada hacer el esfuerzo de abandonar algunas inclinaciones que tuviese con anterioridad. Entonces, las nuevas inclinaciones deben ser adquiridas manteniendo constantemente en nuestra mente el pensamiento de ese tipo de inclinaciones, virtudes o características. Deben de ser incorporadas de tal manera en el Ser que la persona es capaz de alterar su alma con la fuerza de su voluntad. Esto debe ser probado tan objetivamente como una substancia química es probada en un experimento. Una persona que nunca haya intentado cambiar su alma, que nunca ha tomado la decisión inicial de desarrollar las cualidades de la resistencia, steadfastness y el pausado pensamiento lógico, o una persona que tiene esa decisión pero la ha abandonado porque no tuvo éxito en una semana, un mes, un año o una década, nunca logrará determinar nada en si mismo acerca de estas verdades.
Así es el íntimo sendero que el alma debe recorrer. Debe ser capaz de adquirir nuevas características, pensamientos e inclinaciones. Una persona debe tener la habilidad de emerger, en el momento que corresponda, con nuevos hábitos adquiridos por pura fuerza de voluntad. Una persona descuidada debe acostumbrarse a ser cuidadoso y ordenado y esto debe llevarse a cabo no a través de una presión externa sino por una firme resolución de la voluntad. Es especialmente efectivo en el caso de características insignificantes y pequeñas cosas. Cuanto más claramente perciba la persona los asuntos que le conciernen, mejor será su comprensión en el área de la verdad. Si, por ejemplo, una persona es capaz de observar objetivamente un gesto, una expresión facial o algún otro hábito insignificante, si se hace consciente de él como si estuviese observando a otra persona y entonces por pura fuerza de voluntad pone en el lugar del hábito o gesto algo que el mismo ha escogido, incorporándolo a sí mismo, esa persona está ya en el camino que lleva a la comprensión, por si mismo, de la gran ley de la reencarnación. Un químico puede dar descripciones de procesos que tienen lugar en un laboratorio. De forma parecida una persona puede establecer las directrices a probar sobre sí mismo. A trabes de alteraciones insignificantes se alcanzan las más altas cumbres.
Acerca del Karma, la gran ley de la justa compensación, su percepción y entendimiento puede ser obtenida si uno vive su vida como si el karma fuese un hecho. Si un desastre o sufrimiento te acaece, intenta mantener en mente que este sufrimiento o accidente no ha ocurrido por alguna milagrosa casualidad sino que debe haber una causa. No necesitas buscar la causa. Solo aquel que clarividentemente pueda disponer de una visión del karma podrá percibir la causa de un feliz evento, de una pena o de algún infortunio. Lo que sí es necesario es un cierto estado de ánimo, una sensación a la que rendirse para que puedas sentir cómo una pena o una alegría deben tener su causa y al mismo tiempo puedan causar otros eventos en el futuro. Aquel que se empapa con este estado de ánimo y ve su vida y todo lo que le sucede como si el karma fuese un hecho, encontrará que esta existencia se le hará cada vez más comprensible. Aquel que suprime su enfado cuando algo molesto le sucede y en su lugar piensa que, igual que una piedra rueda al ser empujada así ese algo molesto debe haber sucedido de acuerdo con alguna inevitable ley del universo, adquirirá la comprensión del karma. Tan cierto como que mañana te levantarás por la mañana, dadas las circunstancias necesarias y sin que tu salud sufra ningún cambio, es igualmente cierto que comprenderás la ley del karma si ves tu vida de esta manera.
Hay dos prerrequisitos para una persona que desee la educación espiritual; el aspirante debe ver la vida de esta manera. Pero no debe aceptar estas actitudes del pensamiento como si fuesen un dogma. Por el contrario, debe dejar abierta la posibilidad a que sean ciertas o no. No debe tener ni superstición ni dudas porque estos son los dos mayores obstáculos. Solo una persona que ve la vida de esta manera, con una mente abierta, está preparada para recibir instrucción mística.
Aún hay un tercer aspecto que debe ser considerado. Ningún maestro de lo oculto instruirá a una persona llena de supersticiones y prejuicios, o una que sea proclive a juicios insensatos o a caer víctima de cualquier ilusión. La regla de oro aplicable aquí es que, antes de dar el primer paso en la dirección de una aprendizaje superior una persona debe liberarse de cualquier pensamiento frívolo o posibilidad de confundir la ilusión con la realidad. Por encima de todo el aspirante a la iluminación espiritual debe ser una persona que se dedica a observaciones y pensamientos disciplinados. Si una persona se inclina hacia los prejuicios y la superstición en el mundo de la realidad de los sentidos enseguida tiende a ser corregida por la propia realidad de los sentidos. Sin embargo, si una persona no piensa lógicamente y se deja llevar por las fantasías entonces la corrección no es tan simple. Siendo así, es esencial que uno tenga su vida-del-pensamiento completamente a mano y que sea capaz de ejercer un control estricto sobre sus pensamientos antes de adentrarse en los mundos del espíritu y del alma. Uno que se inclina fácilmente hacia fantasías, supersticiones e ilusiones no está preparado para entrar en la educación previa a la enseñanza espiritual. Pero es fácil engañarse aquí. La liberación de las fantasías, ilusiones, prejuicios e ilusiones se obtiene con autodisciplina. Esta libertad no se adquiere fácilmente por cualquiera. Es necesario recordar hasta que punto la mayoría de la gente tiende a pensamientos torpes y descuidados y son incapaces de controlar su vida-del-pensamiento a través de su propia fuerza de voluntad.
Al sopesar las demandas de la vida diaria es evidente que es imposible liberarse completamente a sí mismo de las impresiones exteriores. Para poder hacerlo es necesario apartar un pequeño periodo de tiempo cada día. Este período de tiempo, que es necesario pero que no debe suponer un conflicto con nuestras obligaciones, es suficiente. Cinco minutos, o incluso menos, es bastante. Durante este breve período de tiempo una persona debe ser capaz de separarse de todas las impresiones sensoriales, de todo lo que le llega a través de los ojos, oídos y su sentido del tacto. Durante este breve período de tiempo debe volverse ciego y sordo a su entorno exterior. Todo lo que nos asalta desde el mundo exterior nos une con la sensualidad y el ordinario mundo diario. Todo esto debe ser silenciado y la total calma interior debe tomar su lugar. Cuando este silencio interior, este despojarse de todas las impresiones sensoriales se ha llevado a cabo la memoria de todas las impresiones sensoriales pasadas deben ser extinguidas también. Es suficiente sopesar durante un momento cómo estamos completamente atados a los asuntos del tiempo y del espacio, con todo lo que es temporal y mortal. Analiza el pensamiento que acaba de pasar por tu cabeza hace un momento y ve si no está asociado con algo de naturaleza transitoria. Este tipo de pensamientos no tienen valor para el desarrollo interior.
Así todos los pensamientos que nos conectan con asuntos finitos y transitorios deben ser silenciados. Entonces, cuando ese silencio ha sido producido en el alma y durante un rato nuestro entorno, ya sea de la era, la nación, la raza o del siglo en que vivimos, ha sido eliminado, el alma volverá a hablar por sí misma. Esto no sucederá inmediatamente. Primero el alma debe estar preparada para este punto y hay maneras y direcciones que traerán este sonido interior. El hombre debe rendirse a pensamientos, conceptos y sentimientos originados no en lo temporal sino en lo eterno. Su contenido no debe ser verdadero para hoy, ayer, un siglo o mañana sino para siempre. Este tipo de pensamientos se encuentran en los libros religiosos de todos los pueblos. Se encuentran, por ejemplo, en el Bhagavad Gita, el himno de la perfección humana. También se encuentran en el Antiguo y el Nuevo testamento, particularmente en el Gospel of St. John empezando por el capítulo decimotercero. Pensamientos efectivos también se encuentran en las cuatro primeras líneas del libro, Light on the Path de Mabel Collins, familiar para los miembros de los Movimientos Theosóficos y Anthroposóficos.
Estas cuatro líneas, grabadas en los muros interiores de cada templo de iniciación no dependen del tiempo y del espacio. No pertenecen a un hombre, una familia. No forman parte de una generación o de un siglo. Si no que se extienden a través de toda la evolución. Eran ciertas hace miles de años y lo seguirán siendo miles de años más. Despiertan las adormecidas facultades del alma; déjalas levantarse de su reino interior. Pero es necesario que esto sea entendido correctamente. No es suficiente asumir que se ha comprendido el sentido de estas frases. Uno debe permitir que estas palabras cobren vida en su propio ser interior. Uno debe permitir que el significado completo de estas palabras irradie en el interior de su ser, debe rendirse a él por completo. Uno debe aprender a amar esas palabras. Si una persona cree que ha comprendido el significado, solo entonces ha llegado el momento correcto para que esas palabras se levanten en el resplandecientes una y otra vez. La comprensión intelectual no es importante; el amor de esa verdad espiritual sí lo es. Cuanto más amor hacia esas verdades fluya a través de ti más poder de visión interior crecerá en nosotros. Esas palabras no deben ocuparnos uno o dos días sino semanas, meses y años hasta que finalmente se despierten en nosotros esos poderes del alma. Entonces finalmente llega cierto momento bien definido en que aún otra iluminación toma lugar. Aquel que proclama verdades espirituales por su propia experiencia está familiarizado con esta vida de contemplación interior. Las grandes verdades espirituales que proclama cada día son una parte de una vasto panorama espiritual que puede ver con el poder interior del alma y el espíritu. Vuelve su vista a los reinos del alma y el espíritu. Aparta su mirada de la tierra para explorar los sistemas solares. Aún así este poder interior se extinguiría rápidamente si no se nutre cada nuevo día. Este es el secreto del investigador espiritual, que este inmenso panorama de universo y humanidad que ha pasado por su alma cientos de veces debe pasar de nuevo por su alma cada mañana. Una vez más comprenderlo todo no es lo importante sino aprender a amarlo más y más. Así cada mañana lleva a cabo una adoración divina durante la cual mira en reverencia a los grandes espíritus. Ha aprendido a repasar el panorama completo en unos pocos minutos. La gratitud hacia aquello que le ha dado el alma le llena por completo. Si no se sigue este camino de reverencia no es posible llegar a la claridad. Es esencial que las declaraciones del investigador espiritual estén formadas con esta claridad. Solo si este es el caso puede asumir la autoridad para hablar de las verdades del misticismo, las verdades de la antroposofía y de la ciencia espiritual. De esta manera funciona el investigador espiritual, y así debe empezar todo el mundo, de la manera más simple y elemental hasta que alcance la comprensión de estas enseñanzas. La individualidad humana y la de los seres cósmicos es profunda. Uno no puede lograr nada en esta área sin paciencia, perseverancia y amorosa devoción hacia los poderes cósmicos. Estas son fuerzas que, como la electricidad en el mundo exterior, son poderosas en el mundo interior. No son solo fuerzas morales sino fuerzas de cognición. Cuando el aspirante a la iluminación es capaz de permitir que estas verdades residan en su interior durante un tiempo, si las ha aceptado en gratitud hacia aquellos que se las han revelado entonces finalmente alcanzará un punto especial, que más tarde o más temprano se hará accesible a todos aquellos que han permitido que la tranquilidad y el silencio den frutos en su alma. Este es el momento en el que su alma empieza a hablar, cuando su propio ser interior empieza a percibir las grandes verdades eternas. Entonces, de repente el mundo a su alrededor se ilumina de colores nunca vistos antes. Algo jamás oído se hace ahora audible. El mundo irradiará una nueva luz. Esta nueva luz, esta nueva irradiación llega a el desde el reino del alma. Es característico del mundo del alma que uno lo "vea". Es igualmente característico del mundo de los espíritus que uno lo "escuche". Si se busca el auto-desarrollo en esta área entonces una parte de él viene a través de la obediencia y de la observación de una gran suma de reglas y directrices. Aquí solo puedo hacer un pequeño apunte de cómo esto es posible y de cómo puede ser experimentado. Es preciso seguir diligentemente estas reglas individuales, igual que el químico debe pesar y medir las más ínfimas substancias de un compuesto químico con los instrumentos más delicados. Una descripción de las reglas que se pueden dar en público se puede encontrar en mi libro, Conocimiento de Mundos Superiores y su Adquisición. Estas reglas ofrecen instrucciones específicas para seguir este camino. También requieren de una paciencia y una perseverancia diligentes. Las reglas presentadas en este libro nunca se habían hecho públicas con anterioridad, cuando la instrucción de lo oculto solo se enseñaba en las escuelas de lo oculto. Este tipo de instrucción todavía se enseña en las escuelas de lo oculto porque es un proceso de enseñanza íntimo entre dos personas. No es bueno buscar esta instrucción por propia iniciativa, escuchando o leyendo reglas especiales de forma fragmentada en un lugar u otro. Toda la instrucción que uno puede recibir de diferentes lugares, y de hecho hay tiendas anunciando este tipo de instrucciones, no son más que pequeños fragmentos sacados del gran libro de la enseñanza de lo oculto. Una persona que las utiliza debe darse cuenta que se expone a una serie de peligros. No es conveniente ser introducido en los asuntos que conllevan una alteración actual del alma, a los aspectos más profundamente importantes de la vida del alma, a través de los canales comerciales. Los métodos de entrenamiento de lo oculto que se anuncian a cambio de una ganancia monetaria no solo carecen de ningún valor sino que además pueden ser peligrosos según en qué circunstancias. Es necesario que esto sea dicho porque en la edad actual hay tanto de este tipo de cosas que confrontan al hombre. Precisamente porque hay tantos de estos supuestos métodos ocultos abarrotando la escena actual se ha hecho necesario mostrar la imagen real. Las reglas expuestas en el libro Conocimiento de Mundos Superiores y su Adquisición vienen de antiguas tradiciones. Los espíritus que guían la evolución han dado su permiso para la publicación de estas reglas porque es esencial que la verdad se dé a conocer, aunque aún solo es posible publicar una cierta cantidad. El resto ha de ser excluido porque las reglas más importantes solo se pueden desvelar de palabra. Lo que se encuentra en Conocimiento de Mundos Superiores y su Adquisición es diferente de otros libros de instrucción en que es inofensivo. Solo se desvelan las guías que no pueden dañar a la persona, incluso si no son seguidas con paciencia y perseverancia. Incluso si la persona hace un uso impropio de ellas no podrían dañarla. Era necesario mencionar este punto porque ha surgido la pregunta de por qué y con qué autoridad se han publicado un conjunto de leyes esotéricas.Otro punto de consideración es que para despertar en el mundo del alma uno debe tener órganos sensoriales en el mundo del alma igual que los tiene para el mundo material. Igual que el cuerpo, que tiene ojos y oídos, el alma y el espíritu deben poseer órganos para percibir la radiación del reino del alma y los sonidos del mundo del espíritu. Una persona que tenga experiencia en este campo, que es clarividente, puede actualmente percibir el proceso de desarrollo de ese tipo de órganos del alma en una persona que está llevando a cabo un entrenamiento interior. Son percibidos en su aura, envueltos en una nube de luz. El aura de una persona que no se ha desarrollado espiritualmente se ve como una formación nebulosa. Cuando la persona duerme el aura flota sobre el cuerpo físico porque el cuerpo astral se separa durante el sueño. El aspecto del aura es de dos espirales enredadas como anillos de niebla. Se entrelazan el uno con el otro en continuas espirales, desapareciendo en reinos indefinibles. Cuando una persona comienza el entrenamiento de lo oculto su aura se define cada vez más. Los extremos indefinidos de la espiral desaparecen y las dos formaciones espirales entrelazadas se vuelven claramente organizadas. Se convierten en estructuras compactas y bien definidas. Ciertos órganos aparecen en el aura y son llamados chacras en el lenguaje esotérico. Estos son los órganos sensoriales del alma. Su estructura es delicada y para que florezcan hay que cuidarlos y protegerlos. No pueden desarrollarse bajo ninguna otra circunstancia. Quien se desvíe de esto nunca disfrutará la verdadera percepción espiritual. La persona debe suprimir todas las sensaciones y los sentimientos negativos dentro de sí para nutrir estos ojos del alma. Los chacras no pueden emerger si una persona se enfada a cada oportunidad. Hay que preservar la ecuanimidad y hay que practicar la paciencia. La furia y la cólera no permiten que aparezcan los ojos del alma, la prisa y los nervios no permiten su desarrollo. Aún más, es necesario que el hombre se libere de algo que es difícil de apartar en nuestra civilización, el ansia de aprender "lo que es nuevo." Esto tiene una tremenda influencia en el órgano-alma. Si uno no puede hacerse con un periódico lo suficientemente rápido para contarle las noticias a algún otro, si una persona no puede ver o escuchar algo sin guardárselo, si no puede suprimir el deseo de transmitirlo, su alma nunca alcanzará el desarrollo. Es también necesario que uno adquiera una manera definida de juzgar a tus semejantes. Es difícil lograr una actitud acrítica, pero el entendimiento debe sustituir al criticismo. Si confrontas inmediatamente a tus semejantes con tu propia opinión obstaculizas la evolución del alma. Debemos escuchar al otro primero y este ejercicio es una manera muy efectiva de desarrollar los ojos del alma. Cualquiera que quiera alcanzar un nivel superior en esta dirección se lo debe a haber aprendido a abstenerse de criticar y de juzgar todo y a todo el mundo. ¿Cómo podemos ver y entender dentro del ser de una persona? No debemos condenar sino entender la personalidad del criminal, entender al criminal y al santo igual de bien. Se requiere empatía para todos y cada uno, esto es lo que quiere decir la "atención" oculta. Así, si la persona se conduce, con estricta autodisciplina, al punto de no evaluar a sus semejantes, a al resto del mundo de acuerdo con su juicio personal, opinión y prejuicio y en su lugar permite que ambos trabajen en él en silencio, entonces tiene la oportunidad de adquirir los poderes ocultos. Cada momento durante el cual una persona toma la determinación de resistirse a un pensamiento malvado acerca de sus semejantes es un momento ganado. Un hombre sabio puede aprender de un niño. Una persona simplona puede considerar los dichos de un sabio parecidos a los balbuceos de un niño, convencido de que es superior a un niño y desconociendo la practicalidad de la sabiduría. Solo cuando ha aprendido a escuchar el tartamudeo de un niño como si fuera una revelación ha creado en él el poder que surge de su alma. Finalmente uno no puede esperar que los ojos del alma se abran inmediatamente. Una persona que combate la ira, la cólera, la curiosidad y otras cualidades negativas está, para empezar, derribando los muros que encierran su alma. Este esfuerzo debe ser repetido constantemente. Una persona clarividente puede evaluar hasta dónde los delicados órganos del alma están floreciendo. Cuando las declaraciones humanas han perdido su agresividad y se han vuelto amables y llenas de comprensión hacia sus semejantes el órgano espiritual localizado junto a la laringe se despierta. Antes de que una persona se haga consciente de esto por si misma debe practicar durante mucho tiempo. Fueron necesarios millones de años para que se desarrollase el ojo físico en el hombre, desde unos minúsculos puntos hasta el comienzo de la lente y de ahí a la compleja estructura del ojo. El ojo del alma no necesita de tanto tiempo. En algunas personas es necesario varios meses, para tras más. Hay que tener paciencia. El momento en el que estas delicadas estructuras del alma comienzan a percibir por primera vez llega para todo el mundo, más tarde o más temprano. Eso si la persona continua los ejercicios y particularmente si desarrolla ciertas virtudes, las cuales las dificultades de la vida misma pueden desarrollar. Hay tres virtudes en particular que hay que desarrollar que casi pueden convertir a un hombre en clarividente, solo que hay que practicarlas con la necesaria intensidad y énfasis. Son estas: la autoconfianza emparejada con la humildad, el autocontrol junto con la gentileza y la presencia mental junto con la perseverancia. Todo esto son líneas generales, y así deben verse. Son ejemplos de las direcciones que el pupilo espiritual debe seguir en los tres niveles hacia el despertar espiritual. Las tres fases de la enseñanza de lo oculto son llamadas preparación o catarsis, iluminación o iniciación. Durante la primera fase o nivel, el ser del hombre esta preparado de manera que permita emerger a las delicadas estructuras del alma. En el nivel de la iluminación el hombre adquiere la habilidad de percibir en el reino del alma, y a través de la iniciación obtiene la facultad de expresarse a sí mismo en el reino del espíritu. Lo que he dicho esta noche puede que sea difícil de entender para algunos, y aunque es realmente fácil, si es cierto aquí que lo fácil es difícil. Cualquiera puede seguir el camino de lo oculto; no está cerrado para nadie. Los secretos residen están en el ser interior de cada persona. Solo se requiere un serio esfuerzo interior, el hombre debe intentar liberarse de todos los obstáculos que interrumpen esta vida interior. Hay que ser consciente de que las verdades más grandes y preclaras llegan a nosotros de la manera más íntima. Los más grandes sabios de la humanidad no descubrieron las grandes verdades siguiendo cualquier otro camino que no fuese el que aquí se menciona. Encontraron estas verdades porque encontraron el camino que lleva a su ser interior y porque sabían que la paciencia y la perseverancia eran requeridas para practicar los diferentes ejercicios. Así, cuando una persona alcanza lo más profundo de su ser, cuando se aleja de los pensamientos que le asaltan desde el exterior y en vez de eso se concentra en los pensamientos que pertenecen a la eternidad, está avivando la llama dentro de sí que le iluminará los mundos del alma. Cuando una persona desarrolla dentro de sí las cualidades de la ecuanimidad, la calma interior y la paz igual que las otras virtudes aquí mencionadas, está alimentando a esta dama con la substancia adecuada. Si una persona es capaz de mantenerse en silencio y expresar solo pensamientos elevados, si vive una existencia llena de amor y su vida se convierte en una vida de devoción a lo divino, el mundo a su alrededor empezará a "sonar." Esto es lo que Pitágoras llamó "Música de las esferas". No se quería decir simbólicamente; es una realidad.
Solo es posible dar aquí pequeñas pistas que guíen en la dirección del camino que lleva a la puerta estrecha. Cualquiera puede alcanzar esta puerta estrecha y para aquel que no tiene miedo de las dificultades la puerta se abrirá. Entonces encontrará lo que todas las grandes ideologías religiosas y filosóficas han proclamado: La Verdad Única Eterna y la Vía de la Vida. Traducido Gonzalo Pavillard