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12 de septiembre de 2008

GUIA PARA EL CONOCIMIENTO DE SI MISMO, 8ª Meditación

De esta manera terminamos el ciclo del conocimiento de si mismo, de manera magistral y que ha permitido acompañar el importante tema del lado oscuro, poniéndole Luz y enseñándonos a reconocernos, otro aplauso apoteósico para Rudolf Steiner, quien hace un siglo escribió para este blog, gracias por su generosa y desinteresada colaboración además de altruista aporte al crecimiento de la humanidad.

La ilustración de arriba nos recuerda que las cosas ocurren con trabajo, nos ayudan siempre, pero el que pretenda hacer realidad lo señalado y enseñado por el Maestro Steiner, debe como todo iniciado trabajar.

OCTAVA MEDITACION (FINAL)
En la que le intenta formarse una idea de la forma en que el Hombre contempla sus Repetidas Vidas Pasadas.
No debiéramos realmente hablar de peligros durante la jornada del alma por los mundos suprasensibles, si esta jornada se hace en la forma debida. El método no conduciría a su meta si entre las instrucciones psíquicas dadas hubiera de aquellas que crean peligros para el discípulo. La meta está más bien en hacer el alma fuerte, concentrar sus fuerzas, de manera que el hombre sea capaz de soportar las experiencias de su alma, que necesita pasar cuando quiere ver y comprender otros mundos, además del físico. Además, una diferencia esencial entre el mundo físico y el mundo suprasensible es que la visión, percepción y comprensión están relacionadas unas con otras en una forma completamente distinta en los dos mundos.
Cuando oímos hablar de alguna parte del mundo físico, tenemos cierto derecho a sentir que lograremos arribar a una comprensión completa de él observándolo y percibiéndolo. No creemos haber comprendido un paisaje o un cuadro hasta que lo hemos visto. Pero los mundos suprasensibles pueden ser comprendidos completamente si con mente abierta aceptamos una descripción correcta de ellos. Con objeto de comprender y de experimentar todas las fuerzas necesarias para el fortalecimiento y completamiento de la vida que pertenece a los mundos espirituales, sólo necesitamos las descripciones de aquellos que pueden verlas.
El conocimiento real acerca de esos mundos, directamente, sólo puede lograrse por aquellos que pueden hacer investigaciones fuera del cuerpo físico. Las descripciones de los mundos espirituales sólo pueden darlas los videntes. Pero el conocimiento de estos mundos que sea necesario para la vida del alma puede obtenerse mediante sólo la comprensión. Y es perfectamente posible no ser capaz de contemplar los mundos suprasensibles uno mismo y sin embargo comprenderlos con todas sus peculiaridades, con una comprensión que el alma en ciertas circunstancias tiene perfecto derecho a pedir y que en realidad debe pedir.
Por lo tanto es también posible de que eligiéramos nuestros elementos de meditación de la suma de conceptos que ya hemos adquirido concerniente a los mundos espirituales. Estos medios de meditación son absolutamente los mejores y los que nos conducirán con más seguridad a la meta.
Aunque esta noción pueda parecer muy natural, sin embargo no sería correcto creer que el conocimiento de los mundos superiores obtenido mediante la comprensión antes de llegar a la visión suprasensible, pueda ser un obstáculo para el desarrollo de esa visión. Al contrario, es más fácil y seguro tratar de conseguir la clarividencia con algunos conocimientos preliminares, que sin ellos. Bien sea que nos quedemos con el entendimiento solamente o que tratemos de obtener la clarividencia, esto dependerá de que se despierte o no un intenso deseo íntimo de lograr el conocimiento directo. Si existe tal deseo, no podemos dejar de buscar toda oportunidad de comenzar una jornada personal en los mundos suprasensibles.
El deseo de comprender los mundos superiores se difundirá más y más entre los hombres de nuestros días porque una observación atenta de la evolución humana muestra que desde ahora en adelante, las almas humanas están entrando en un estadio de desenvolvimiento en el que no podrán encontrar su verdadera relación con la vida si les falta esta comprensión de los mundos suprasensibles.
Cuando hemos llegado a un punto, en nuestra jornada psíquica, que llevamos en nosotros como “memoria” lo que llamamos “nosotros” o nuestro yo en la vida física, y nos experimentamos nosotros en otro ego recién nacido, entonces somos capaces de ver nuestra vida extendiéndose más allá de los límites de la vida terrestre.
Ante nuestros ojos espirituales se presenta el hecho de que hemos tomado parte en otra vida, en el mundo espiritual, antes de nuestra existencia actual en el mundo de los sentidos; y en esa vida espiritual es donde se encuentran las causas reales que modelaron nuestra existencia física. Nos familiarizamos con el hecho de que antes de recibir un cuerpo físico y antes de que entráramos en la existencia física, vivíamos una vida puramente espiritual.
Vemos cómo ese ser humano en que nos hemos convertido, con sus facultades e inclinaciones, fue preparado durante una vida que tuvimos en un mundo puramente espiritual, antes del nacimiento. Nos vemos como seres que vivieron espiritualmente antes de su entrada en el mundo de los sentidos, y que ahora están tratando de vivir como seres físicos con aquellas facultades y características psíquicas que quedaron unidas a ellos originalmente y que se desarrollaron después de su nacimiento. Sería un error decir: ¿Cómo es posible que en esa vida espiritual yo haya aspirado a poseer facultades e inclinaciones que ahora que las tengo no me gustan absolutamente?
Nada importa que en el mundo de los sentidos una cosa guste al alma o no. Ese no es el punto. El alma tiene puntos de vista completamente diferentes para sus aspiraciones en el mundo espiritual que los que tiene en el mundo de los sentidos. El carácter de la sabiduría y de la voluntad es completamente diferente en los dos mundos.
En la vida espiritual sabemos que para beneficio de nuestra evolución total necesitamos cierta clase de vida en el mundo físico, la que una vez que la tenemos puede parecer desagradable o deprimente para el alma; ya pesar de ello luchamos por ella, porque en la existencia espiritual no preferimos lo que es simpático o agradable, sino lo que es necesario para el debido desarrollo de nuestro ser individual.
Y lo mismo sucede con respecto a los acontecimientos de la vida. Los contemplamos y vemos como los hemos preparado en el mundo espiritual, tanto lo desagradable y antipático, como lo simpático y agradable, y como hemos sido nosotros mismos los que hemos provocado los impulsos que dieron origen tanto a nuestras experiencias dolorosas como felices en la existencia física. Pero aún así puede parecernos incomprensible, mientras sólo vivamos en el mundo físico, que hayamos sido nosotros mismos los creadores de talo cual situación en la vida.
En el mundo espiritual, sin embargo, hemos tenido lo que pudiéramos llamar visión o percepción suprasensible, que nos hizo decir: “Tendrás que pasar por tal experiencia desagradable o antagónica, porque sólo tal experiencia puede hacerte adelantar un paso más en tu desarrollo total”.
Desde el punto de vista del mundo físico solamente, no es posible nunca decidir cuánto hace adelantar a un ser humano una vida terrestre en su evolución total.
Habiendo realizado la existencia espiritual que precede a la terrestre, vemos las razones por las cuales en nuestra vida espiritual hemos creado cierto destino para la siguiente vida terrestre. Y estas razones nos conducirán más atrás aún, hacia una vida terrestre anterior vivida en el pasado. Del carácter de esa vida terrestre anterior, de las experiencias hechas y las capacidades adquiridas en ella, dependen los deseos en la siguiente vida espiritual de corregir las experiencias defectuosas y desarrollar las capacidades descuidadas entonces, mediante una nueva vida en la tierra.
En el mundo espiritual uno siente una injusticia cometida por uno mismo contra otro ser humano, como una perturbación de la armonía del mundo, y entonces comprendemos la necesidad de encontrarnos nuevamente con ese ser humano en la tierra en nuestra próxima vida terrestre, con objeto de poder ponernos en tal relación con él como para poder reparar el error cometido.
Durante el desarrollo progresivo del alma el límite de su visión se va extendiendo sobre una serie de vidas terrestres anteriores. Y en esta forma llegamos mediante la observación. al conocimiento de la verdadera historia de la vida de nuestro ego superior. Vemos que el hombre va a través de su existencia total en una sucesión de vidas sobre la tierra, y que entre estas repetidas vidas terrestres, pasa a través de estados puramente espirituales de existencia, que están relacionados con sus vidas terrestres de acuerdo con ciertas leyes.
De esta manera, el conocimiento de existencias repetidas en la tierra se eleva a la esfera de la observación. (Con objeto de evitar un error muy frecuente, es necesario llamar la atención al hecho siguiente, de que se trata más ampliamente en otras obras mías. La suma total de la existencia de un hombre no se desarrolla en una repetición ilimitada de vidas. Cierto número de repeticiones tienen lugar, pero tanto antes del principio como después del fin de la serie, se encuentran estados de existencia completamente distintos, y todo esto muestra en su totalidad ser un desarrollo inspirado por una sabiduría sublime).
El conocimiento de las vidas terrestres repetidas, puede ser también alcanzado mediante una observación razonable de la existencia física. En mis libros “Teosofía”, y “An Outline of Occult Science” (Bosquejo de la Ciencia Oculta), así como en otras obras, se ha hecho la tentativa de probar la reencarnación mediante razonamientos característicos de la doctrina moderna de la evolución en la ciencia natural. Se muestra allí cómo el pensamiento lógico y la investigación que realmente sigue el método científico y sus resultados hasta sus últimas consecuencias, se ven absolutamente forzados a aceptar la idea de la evolución que nos presenta la ciencia moderna en el sentido de considerar como ser verdadero a la individualidad psíquica del hombre, como algo que está evolucionando a través de una serie de existencias físicas alternadas con vidas intermedias puramente espirituales. Las pruebas aducidas en esas obras, son naturalmente pasibles de muchas ampliaciones y desarrollo.
Pero no parece injustificada la opinión de que las pruebas en esta materia tienen precisamente el mismo valor científico que lo que en general se llama prueba científica. No hay nada en la ciencia de las cosas espirituales que no pueda ser confirmado por pruebas de esa clase. Pero, por supuesto, tenemos que admitir que la dificultad que encontraremos para hacer admitir pruebas científicas espirituales será mucho mayor que para las pruebas de la ciencia natural.
Esto no es debido a que su lógica sea menos estricta, sino porque frente a esas pruebas deja uno de sentir esos hechos físicos básicos que hacen tan fácil la aceptación de las pruebas de la ciencia natural. Esto nada tiene que hacer con la conclusividad del razonamiento mismo. Y si somos capaces de comparar sin prejuicios las pruebas de la ciencia natural con las dadas análogamente por la ciencia espiritual, quedaremos convencidos de que su poder concluyente es igual. Y de esta manera, la fuerza de tales pruebas puede ser agregada a lo que el investigador de los mundos espirituales tiene que dar como descripción de las sucesivas vidas terrestres que resultan de tal visión.
Una parte puede soportar a la otra en la formación de una convicción de la verdad de la reencarnación humana basada simplemente en la comprensión razonable. Aquí hemos hecho el ensayo de mostrar el camino que lleva más allá de la comprensión mental a la visión suprasensible de esta reencarnación.

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